Julio Herrera y Reissig
Poeta uruguayo
Julio Herrera y Reissig nació el 9 de enero de 1875 en Montevideo (Uruguay).
Su tío, Julio Herrera y Obes, fue presidente de Uruguay.
Padeció desde su nacimiento una lesión cardíaca que lo llevó a abandonar sus estudios formales a los 17 años y limitó sus viajes, salvo una breve estancia en Buenos Aires y visitas a ciudades del interior uruguayo.
Trabajó en cargos públicos y se dedicó ocasionalmente al periodismo y la política.
Iniciado en un tardío romanticismo, con obras juveniles de escasa relevancia, evolucionó hacia las propuestas simbolistas y parnasianas, influenciadas por la poesía de Rubén Darío.
Fue una figura central del modernismo en América del Sur, en torno a su tertulia de la Torre de los Panoramas, que funcionaba en el altillo de su casa. De esta época (1900-1902) destacan sus poemarios Las pascuas del tiempo y Los maitines de la noche.
Gran parte de su poesía se publicó de manera póstuma, incluyendo las dos series de sonetos de Los éxtasis de la montaña y las dos simétricas de Los parques abandonados. En otros textos, como Las clepsidras y La torre de las esfinges, profundizó en una exploración interior basada en visiones oníricas.
Julio Herrera y Reissig falleció en Montevideo el 18 de marzo de 1910 a causa de su afección cardíaca.
Obras
Poesía
Canto a Lamartine (1898)
Las pascuas del tiempo (1902)
La vida (1903)
Los parques abandonados (1902-1908)
Los éxtasis de la montaña (1904-1907)
Las clepsidras (1909)
La torre de las esfinges (1909)
Ensayo
Epílogo wagneriano a "La política de fusión" con surtidos de psicología sobre el Imperio de Zapicán (1902)
El pudor. La cachondez (1992)
Tratado de la imbecilidad del país, por el sistema de Herbert Spencer (1900 - 1902)
Su majestad el tiempo
El viejo Patriarca,
que todo lo abarca,
se riza la barba de principe asirio;
su nívea cabeza parece un gran lirio,
parece un gran lirio la nivea cabeza del viejo Patriarca.
Su pálida frente es un mapa confuso:
la abultan montañas de hueso,
que forman lo raro, lo inmenso, lo espeso
de todos los siglos del tiempo difuso.
Su frente de viejo ermitaño
parece el desierto de todo lo antaño:
en ella han carpido la hora y el año,
lo siempre empezado, lo siempre concluso,
lo vago, lo ignoto, lo iluso, lo extraño,
lo extraño y lo iluso...
Su pálida frente es un mapa confuso:
la cruzan arrugas, eternas arrugas,
que son cual los ríos del vago país de lo abstruso
cuyas olas, los años, se escapan en rápidas fugas.
¡Oh, la viejas, eternas arrugas!
¡Oh, los surcos oscuros!
¡Pensamientos en forma de orugas
de donde saldrán los magníficos siglos futuros!.